ESCUELA
PORFIRIO BRENES CASTRO
Reseña Histórica de la
Escuela :
En el año 1891 empieza una obra de bahareque y ladrillo que se construye
finalmente este año, y que albergaría la Escuela Porfirio
Brenes Castro. La Junta de Educación Vicentina
se propone poseer a la escuela de todos los muebles y útiles necesarios, a fin
de que no tenga que sufrir nada la educación vicentina. Los niños matriculados en 1891 fueron 95
niños.
Le correspondió al gobierno de don Rafael Iglesias Castro atender los
deseos de todos aquellos ciudadanos, de mantener en su escuela al personal que
corresponda a sus justas aspiraciones, el personal docente: María Carazo, don
Rigoberto Salas y la señorita Mercedes Carazo.
El nuevo edificio, en el año de 1893, situada al sur de la plaza pública
del lugar, era hermoso y cómodo con el techo de hierro y forrado en parte. Tenía una capacidad para ciento setenta
niños y una asistencia de ciento veinticinco.
En este período la dirección estaba a cargo de Antonia de Brenes y la
sustituyó Escolástica Carazo. Pasan los
años y el edificio se hace insuficiente para alojar tantos alumnos, Moravia
crece, y se hace cantón.
Se soluciona en parte el problema de mobiliario, pues Ubaldina Pañaforte
de Challe destina una herencia con ese fin y algunas otras personas ayudan con
dinero.
A la mitad de siglo surge una gran figura, el presbítero José Cecilio
Umaña Fallas. Piensa que los hijos de
su parroquia deben ser educados, sin distinción de clases. Funda entonces la Escuela de Beneficencia
con reglamento competitivo, que debía observar la Junta de Beneficencia. Coloca así los cimientos de la enseñanza de
este pueblo. Sólo abierta dos
secciones: una para varones y otra para mujeres, en las cuales serían recibidos
20 alumnos, con cuatro de ellos de San Juan y cuatro de Coronado, con edades
hasta los 18 años con la enseñanza gratuita.
Se sobrepasaba la matrícula de 20 alumnos, todos aquellos que estuvieron
en ese grupo pagarían un colón al mes al maestro Agapito Rosales, a quien le
tocó el honor de ser el primer precepto de este lugar.
La escuela de varones quedaba al sur de la iglesia y la de las mujeres
atrás de ella, con casa de habitación para la maestra. Trabajaron allí grandes maestras y se
formaron entonces jóvenes como don Demetrio cordero, que luego daría lugar
lustre a la escuela costarricense.
Son otras personas las que velan por la escuela. Visitan al presidente Jiménez Oreamuno y a
su ministro de fomento Lic. Cortés Castro, quienes agrandan y mejoran el
edificio escolar, construyendo cuatro aulas nuevas, un salón para actos y
servicios sanitarios. Ya para entonces
la niñez moraviana había disfrutado de las enseñanzas de grandes maestros como
don José Umaña, don Porfirio Brenes Castro, Emiliano Quirós y la niña Elodia
Calderón. La escuela había sido
bautizada en 1932 con el nombre de uno de estos grandes maestros de este pueblo:
Don Porfirio Brenes Castro. Tan
pronto como les fue posible introducen mobiliario adecuado, se crean los
patronatos escolares y nuevos elementos del pueblo sirven a la niñez.
Tiene también la escuela su himno, dos que se estrenaron el 20 de
noviembre de 1932. El primero es
creación, letra y música de don Rosendo Valenciano, el otro nació de dos grandes maestros: Don José María Zeledón y Don José Daniel
Zúñiga. Ambos trabajos perdidos con el
tiempo.
Pasan los organismos interesados por una época de letargo y aquel viejo
edificio construido para albergar doscientos niños, tiene en 1946, quinientos
alumnos, estando en malas condiciones que se empeoran cuando sirve de cuartel
en la época 1947 – 1948. Entre 1948 y
1950, el gobierno da un retoque al edificio.
Nace entonces otra escuelita, de “La Pandilla ”, costeada por otro hombre, don Jesús
Alfaro Fernández. Ahí recibían sus
lecciones los peones jovencitos, quienes después de las faenas del día serían
educados e instruidos por el mismo Agapito Rosales, sin pagar por ello
absolutamente nada. Cuando esto
sucedía, ya el deseo de contar con una escuela pública se había prendido de
toda la población.
En 1896, se consigna la creación del circuito escolar. Se instalan en una casa particular, cuyo
dueño cobra tres o cuatro colones por alquiler mensual. Se abren sus puertas a toda la
chiquillería. Amueblan con tres mesas
grandes y sus bancos. Gradúan la
enseñanza e inician su grandiosa labor con primero y segundo grado.
Vuelve a destacar la figura de don Jesús Alfaro y lucen sus dotes de
maestros, entre otros Nicanor Huertas, don Ramón Rodríguez, don José Montero
Soto y don Simón González.
Había mucha pobreza. Las
ausencias inmotivadas del alumno se cobraban a veinte céntimos cada una y el
padre que se negaba a efectuar el pago, era llevado a la cárcel, pero en esta
forma, alquilando locales, aquellos ciudadanos ejemplares no sentían
satisfechas todas sus ambiciones.
Vencieron el primer obstáculo, conseguir el terreno, que fue obsequiado
por don Luciano Murillo.
Con haber conseguido el terreno el entusiasmo de la población
crece. Se reúnen las personas más
dinámicas; discuten, operan y acuerdan visitar el Ministerio de Educación, don
Pánfilo Valverde, también moraviano y en quien descansan todas sus
esperanzas. Logran conseguir cuatro mil
colones y con eso inician los trabajos.
Se construirían cuatro aulas, dos para varones y dos para mujeres. Se han traído cajones de pino que usan como
pupitres, un banco aquí y una silla allá, la necesidad es grande. A un llamado de doña Matilde se reúnen las
instituciones colaboradoras de la escuela y se nombra un comité llamado
Pro-escuela.
Empieza a brillar un gran servidor del pueblo. Se destaca en todo, sin perder el tiempo ni
lo que haya que hacer. Ha puesto el corazón en su trabajo: don Abel
Ortiz Ulate, ejemplar ciudadano. El y
sus compañeros de lucha reúnen a los padres de familia y forman un comité que
bautizan: Pro-Intereses de la escuela.
Rápidamente se inician gestiones.
El viejo edificio es declarado inhabitable.
Se logra completar la manzana de terreno para la construcción de la
nueva escuela, se hacen miles de gestiones ante el gobierno, la municipalidad e
instituciones. La Junta de educación no
descansa, comienza la Administración Echandi-Jiménez y se inicia la
construcción de la escuela.
El sábado 25 de noviembre de 1961, se inaugura el nuevo edificio
escolar. Tambores, banderas, fiestas y
la satisfacción de todos: Obreros, Padres, Maestros, Niños, el deber
cumplido. Porque todos en una forma o
en otra se interesan para que Moravia tuviera edificios escolares acorde con
las aspiraciones, progreso de este cantón.
Las dos propiedades escolares con que contaba Moravia fueron la
propiedad de la escuela oficial, situada al sur de la plaza pública y la
propiedad del señor Cecilio Umaña Fallas.
La propiedad oficial fue completándose con la compra de terrenos
adyacentes hasta lograr la compra de la manzana completa. Estas propiedades fueron compradas con la
colaboración del pueblo unas, y por la ayuda de diferentes gobiernos.
La escuela llamada Escuela de Beneficencia fue donada por padre
Cecilio Umaña, junto con un legado que permitiría mantener esa escuela para
varones y niñas y que permitiría en pago a los maestros que allí trabajaran. Se completaba en este legado la cantidad
indispensable para muebles y utensilios,
para reparación de la escuela y premios a los alumnos más destacados. Existían ciertas condiciones para admitir a
los niños en esta escuela y se daban ciertas reglas para la enseñanza.
El
edificio que actualmente ocupa la escuela fue declarado patrimonio nacional.
¿Por qué se le da el nombre Escuela Porfirio Brenes Castro?
El ilustre, pero
humilde maestro don Porfirio Brenes Castro
nació en San Vicente de Moravia el 28 de junio de 1877, en el modesto
hogar formado por don Manuel Brenes Robles y doña Beatriz Castro Umaña. Sus hermanos fueron don Enrique, don Jaime y
doña Fidelina, quienes se dedicaron también a ser maestros.
Sus primeros estudios los realizó en este lugar y la enseñanza
secundaria en el Liceo de Costa Rica, en la que tuvo que afrontar muchas
dificultades, según decían viajaba diariamente a pie, pero nunca tuvo
ausencias, ni llegadas tardías, ni incumplimientos en tareas por esto.
Al terminar sus estudios en 1897, dio inicio a su carrera profesional
tomando a su cargo el quinto grado en la escuela de Moravia. Fue uno de los maestros que verdaderamente y
que por vocación lo ha sido, entre sus trabajos sobre la educación, se destaca
su famosa obra: “Silabario Castellano” que escribió como guía
personal y como cooperación para que los de ahí en adelante tuvieran la tarea
de enseñar a leer a los niños.
Trabajó como maestro en la escuela de Desamparados, en la Escuela Graduada
de San José por 1889, al año siguiente toma la dirección de la Escuela Graduada
de Tibás, en 1901 dirigió la Escuela Superior de Varones en Alajuela, en 1904
trabajó en la
Escuela Complementaria de San José, y en 1905 en la Escuela Modelo. En 1906 fue nombrado del Circuito Primero en
Cartago, en donde 1907 fue profesor del Colegio San Luis Gonzaga, hasta el año
del terremoto (1910), donde salió ileso.
Más tarde decidió regresar a San
Vicente, donde se dedicó a arreglar asuntos de esa localidad. Entre las labores se encontraron los ajustes
del límite en Moravia y Coronado. La
instalación de necesarias cañerías, la apertura de clases de agricultura, de
cocina y canto, la construcción de la Escuela de Guayabal y la fundación social del
Club Social Vicentino, que poseía la mejor biblioteca del cantón en aquel
entonces, entre muchas otras cosas.
Además de todo esto, fue maestro en la escuela de adultos, presidente de
la comisión que examina las escuelas de párvulos de la provincia de Alajuela
durante dos años y en 1911 se le nombre Jefe de las secciones técnicas y
administrativas de la
Secretaria de Instrucción Pública, reemplazando
desinteresadamente al ex ministro don Roberto Brenes Mesén. En 1914 fue profesor en el Liceo de Costa
Rica y en el Colegio de Señoritas. Al
terminar este curso en 1914 la muerte lo sorprendió el día 12 de diciembre, a
la muy temprana edad de 37 años cuando todos esperaban mucho más de él.
Amplio intelecto, corazón
generoso y voluntad orientada al bien, enamorado de su ideal, la difusión de la
enseñanza, buen amigo y hermano, excelente hijo, abnegado maestro, gran cultivador de virtudes
sociales y domésticas, fue en síntesis don Porfirio. Todo lo anterior se resume en el himno en su
honor.